Esta semana me interesa hablar de un suceso de la semana pasada donde México celebró un tianguis turístico cuyo escenario, por primera vez, no fue Cancún ni Acapulco, sino Pekín. En este tianguis, más de 400 turoperadores y empresas chinas se sentaron a platicar y hacer negocios con nuestras representaciones de estados y destinos mexicanos. Algo que podemos llamar una “jugada estratégica”, pues, más allá de ser un evento protocolario, nuestras autoridades apostaron por diversificar los mercados emisores y acercarse a un público con capacidad de gasto creciente, ¿o acaso los chinos no lo son?
Revisé y analicé la situación y observé que sí, los números respaldan la apuesta. De entrada, entre enero y julio de este año, 58,917 turistas chinos llegaron a México por vía aérea, un aumento de 13.6% respecto al mismo periodo de 2024. Si bien, todavía son cifras pequeñas frente a los millones de visitantes estadounidenses, cada viajero del país asiático suele gastar mucho más y permanecer por más tiempo en nuestro país, generando una derrama bastante mayor que la que traen los spring breakers. Y esa ecuación es la que entusiasma a los hoteleros y a los inversionistas.
La apuesta por enamorar a Asia no es una estrategia aislada. En enero de 2026, México será País Socio en la Fitur, la feria turística más importante del mundo, en Madrid, de la cual ya he hablado en diversas oportunidades. Nuestra representación montará ahí un stand de más de 1,700 metros cuadrados, con presencia de las 32 entidades federativas. La Fitur es, sin lugar a dudas y en términos simples, la vitrina más grande que un país puede tener ante turoperadores, medios e inversionistas europeos.
Como empresario, lo que veo en este contexto es que México está ensayando un movimiento de expansión global. Primero abre un frente en Asia, con Pekín como puerta; después se exhibe en Europa, en Madrid, con la Fitur como escaparate. Y no olvidemos que en 2026 el país será también sede del Mundial de Futbol, una vitrina universal que pondrá a prueba cada aeropuerto, cada carretera y cada servicio. En teoría, es el diseño de un mapa turístico diversificado. En la práctica, mi pregunta es si la infraestructura y la seguridad estarán a la altura de ese nuevo mercado.
La secretaria de Turismo, Josefina Rodríguez, ha dicho que la inseguridad “no afecta al turismo” en el marco de la Fitur 2026. Pero el turista internacional lee titulares, compara experiencias y exige estándares, y es ahí donde estará el reto, en hacer que la narrativa oficial se sostenga en la experiencia real.
Lo optimista de este doble movimiento —Pekín y Madrid— es que coloca a México en una posición muy visual en la oferta mundial. Solo que esa ventana no permite las incongruencias y a los visitantes no podemos ofrecerles carreteras destrozadas ni servicios precarios, pues la reputación se erosionaría más rápido de lo que se está construyendo este puente turístico.
La verdadera medida del éxito de lo realizado en Pekín y Madrid podrá observarse cuando, dentro de un año, esos encuentros se traduzcan en vuelos adicionales, inversiones en hoteles, apps en mandarín y turistas que regresen a casa contando que México es tan espectacular como se prometía.
No olvidemos que el turismo es, al final, el rostro que de manera más inmediata vemos de un país. Hoy México decidió mostrar esa cara en Asia y en Europa. Si en ello también invierte coherencia, infraestructura, servicios y seguridad, no solo atraerá más viajeros: también ganará la confianza de los mercados que mueven inversiones de largo plazo, la apuesta que vale verdaderamente la pena.