Los baches en la Ciudad de México son un problema cotidiano que afecta la movilidad y la seguridad de vecinos, ciclistas y motociclistas. Con llantas, conos o acordonamientos improvisados, los habitantes señalan la presencia de hoyos que, en algunos casos, se han vuelto tan notorios que reciben nombre propio o incluso celebraciones simbólicas con pastel y Las Mañanitas.
Reparaciones insuficientes ante un panorama de baches
Tras las intensas lluvias del pasado lunes, que provocaron inundaciones y colapsos viales, el gobierno capitalino anunció la reparación de 414 baches, sumándose a los 892 atendidos apenas cuatro días antes. Aunque estas cifras parecen considerables, representan apenas una fracción del problema: algunas colonias de la ciudad de México registran hasta 2.000 baches, dejando en evidencia que los esfuerzos de reparación son insuficientes frente a la magnitud del desafío.
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Riesgo elevado para ciclistas y motociclistas
El riesgo aumenta durante la temporada de lluvias, cuando los baches quedan ocultos bajo el agua y pueden provocar accidentes graves. Diego Gallegos, motociclista con seis años de experiencia en la capital, relató su accidente más serio en la carretera Picacho-Ajusco. Llovía, cayó en un bache y, al intentar orillarse, patinó sobre grava, fracturándose el pie. El incidente le ocasionó gastos médicos y la imposibilidad de trabajar durante un mes.
Normalización de un problema estructural
A pesar de los riesgos, Gallegos asegura que los habitantes se han acostumbrado a convivir con los baches:
“Es el pan de cada día. Mientras yo esté bien, lo demás pasa a segundo plano. Es un problema constante, pero ya está normalizado”.
La persistencia de los baches en la Ciudad de México evidencia un reto estructural que requiere soluciones sostenibles más allá de las reparaciones temporales, especialmente considerando el impacto en la seguridad vial y la movilidad urbana.