La Generación Z ha vuelto a llamar la atención con una tendencia que parece ir a contracorriente de la hiperconectividad digital: el barebacking, un término que, aunque suena provocador, se refiere en este contexto a una práctica que consiste en viajar en transporte público sin usar celular, audífonos, libros o cualquier otra distracción. Solo el viaje, el silencio y, quizá, la mirada perdida o el contacto visual con desconocidos.
Esta forma de desconexión ha ganado popularidad como una respuesta al agotamiento mental que provoca el estar siempre “conectado”. Influencers como Curtis Morton han descrito esta actitud como una rebelión silenciosa contra la exigencia de productividad constante. Según algunos expertos, es una forma de reapropiarse del tiempo personal, ya sea para reflexionar o simplemente descansar la mente antes o después de la jornada laboral.
¿Barebacking? También es una práctica sexual
Antes de continuar, es importante señalar que el término barebacking tiene un significado previo, especialmente dentro de la comunidad LGBTQ+. En contextos sexuales, hace referencia a la práctica de tener sexo anal sin protección, una conducta que conlleva riesgos elevados de transmisión de enfermedades de transmisión sexual, incluido el VIH. Esta acepción es ampliamente conocida y ha sido abordada en estudios médicos y sociales.
La reutilización del término en redes sociales y medios digitales puede resultar confusa o incluso problemática para algunas personas. Si bien el uso actual en el transporte público es inocente y no guarda relación con el ámbito sexual, conviene tener claridad sobre sus múltiples significados y el contexto en el que se emplea.
La rebelión silenciosa contra el ruido digital
Lejos de ser solo una tendencia entre la Generación Z, el barebacking refleja una búsqueda de atención plena incluso en el transporte público. Viajar sin distracciones permite observar la ciudad, a los demás y a uno mismo con nuevos ojos. En palabras del sociólogo Georg Simmel, en la muchedumbre urbanita se esconde una profunda soledad que abre paso a la introspección. Observar al prójimo en el transporte público puede ser una poderosa herramienta de autoconocimiento y una forma de reconectar con la dimensión colectiva de la vida social.
Pero no todo es contemplación. La ausencia de pantallas o audífonos puede incomodar a los demás pasajeros. En un mundo donde todos se aíslan tras sus dispositivos, mirar sin hacer “nada” puede parecer amenazante o extraño, como lo expone el mismo Curtis Morton, quien ridiculizó la práctica en su podcast por el simple hecho de “sentarse y mirar”.
Entre el mindfulness y el malestar social
Los defensores del barebacking argumentan que se trata de una forma de mindfulness aplicada a lo cotidiano. Permite reconectar con el entorno, reconocer emociones, descansar la vista y hacer pausas mentales. También es una forma de resistencia a la cultura del “hustle”, en la que todo momento libre debe ser aprovechado para “producir” algo.
Por otro lado, los detractores la ven como un síntoma de alienación social o una estrategia incómoda. En algunos casos, incluso puede implicar riesgos si la persona se abstrae tanto que deja de estar atenta a su entorno inmediato.
La Generación Z, en medio de tantos estímulos digitales, ha decidido que el acto más disruptivo es simplemente “no hacer nada”. En silencio. Sin pantalla. Y sin distracción.