Los productores de maíz y el sorgo en Puebla atraviesan una crisis que amenaza su sustento. Desde mediados de octubre, campesinos de diversos municipios denunciaron que los precios de venta no cubren los costos de siembra ni de cosecha, lo que ha generado deudas y descontento. En respuesta, decidieron exigir precios de garantía que les permitan mantener la rentabilidad de su trabajo.
La problemática alcanzó un punto crítico cuando agricultores de Tepexco y Tilapa bloquearon durante casi 48 horas la carretera federal Cuautla-Izúcar de Matamoros, a la altura de Tepexco, para exigir atención gubernamental. Tras una reunión con autoridades estatales y federales, se acordó fijar el precio del maíz en 7 mil 200 pesos por tonelada, aunque el caso del sorgo sigue sin resolverse. Los productores piden un precio base de 6 mil 400 pesos, cifra que aún se analiza y podría definirse en una nueva mesa de trabajo el próximo 3 de noviembre.

Cultivos que ya no dan para vivir
Datos del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP) muestran que en 2024 Puebla registró 504 mil hectáreas de maíz, con una producción de más de un millón de toneladas, y 21 mil hectáreas de sorgo, con poco más de 93 mil toneladas. Sin embargo, los costos de producción superan por mucho los ingresos obtenidos.
Gilberto Vivaldo Benítez, agricultor con más de 20 años de experiencia, explica que producir una hectárea de maíz cuesta más de 50 mil pesos, pero cada tonelada se vende a unos 4 mil 500.
“Esto es una burla, invertir en maíz es muy caro. Los gobiernos no ven cuánto gastamos”, comenta.
Ante esta situación, ha optado por sembrar ejote y cacahuate, productos más económicos y con mejor margen de ganancia.
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Un llamado a la acción
Los productores insisten en la urgencia de establecer precios justos y recuperar apoyos al campo, como el seguro agrícola y créditos para maquinaria.
“Queremos que reconozcan nuestro trabajo y haya más garantías al campesino”, afirma Vivaldo.
Sin nuevas políticas públicas y esquemas de protección financiera, el campo poblano corre el riesgo de perder su producción tradicional y, con ella, una parte esencial de su economía rural.